Ayer Marta, Patro y yo bajamos a Fuencarral a acompañar a Patro a hacerse un tatuaje. Despues de las pistolas, la tinta, el crujido de nudillos en las sienes de Beto y el sudor de manos, decidimos perdernos por Fuencarral derrière (con la intencion de llegar algun día a Corachán y Delgado, gran tienda vintage donde las haya) y terminamos inmortalizandonos en las calles divinas de Madrid.
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